viernes, 17 de enero de 2014

La dalle blanche


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Tumbada con el vientre encogido vuelta arriba las pupilas dilatadas y los parpados caídos,
cierras los ojos
respiras lo más hondo que puedes
hasta recoger todos los hedores del barrio
das de sí tus narinas
pero no alcanzas a pensar en otra cosa que tu estómago,
que te grita y se exprime y se rebaña las entrañas. 
Aprietas la mandíbula como si pudieras regurgitar el sabor del último mango que imaginaste que comías hace dos días
un regusto amargo te recorre lentamente el esófago 
se hace espeso en tu boca
Es la secreción de tus intestinos vacíos
 
Haces acopio de tus fuerzas y te incorporas en el colchón en el que tu cuerpo agoniza desde ayer, agarrando firmemente la esquina para sostenerte. Puag.  
Tu craches en essayant de ne pas vomir tes organes flétris et asséchés. Tout est calme et en silence, le silence de l'affamé, le silence affamé, la faim de silence, la faim en silence, la faim, silence ! 

Tu cuerpo empieza a perder pie en la escena general mientras suena en diferido el tam-tam de tus órganos internos. Todo está au ralentit. Las gotas de sudor estallan contra el suelo.Tu brazo tiembla. Se te caen los parpados y notas el vahído que llega para hostiarte, pero una náusea te devuelve la conciencia.
Es lo que viene justo antes de caerse de espaldas y desmayarse.

Tu ropa esta empapada de sudor y así te vas a quedar. Hace más de dos horas que el ventilador está ausente. Coupure. Recibos sin pagar. No te torturas; si pudieses encenderlo, no haría más que remover el aire caliente y levantar el polvo que ya corroe lentamente tus venas desde que llegaste a este país. Querrías empaparte bien el cuerpo, lavarte con jabón y frotar todo el sudor y el polvo y el hambre, pero de l’eau, il y en a pas non plus¡ Mechones de pelo se te pegan a la nuca, la frente y el cuello. Cada vez que te secas la frente con la mano hacia arriba lo empapas un poco mas. Empiezas a oler como un perro mojado. Un perro sucio mojado.

Alargas el brazo con los ojos cerrados, para no tener que contemplar como tu mano debilucha cuelga de tu muñeca y palpa la mesa hasta encontrar un paquete de cigarrillos. Queda uno. Cuando se acabe se acabó y no te quedara mas remedio que joderte, pero mientras quede uno no vas a achuchar para calmarte el mono. Lo sostienes en equilibrio entre tus labios temblorosos, que hacen amago de apretarlo con fuerza mientras acercas la cerilla encendida con un movimiento demasiado rápido y demasiado torpe para acertar a la primera. Tu cuerpo entero esta como recién despertado de una gran resaca. Cuando aciertas a encenderlo, das una primera calada profunda histérica que te abrasa el esófago y los pulmones. El humo te invade el estómago. Escuece, te escuece el estómago. El hambre, la falta de costumbre.

Te dejas caer de nuevo para dormir, aunque ya estas dormida porque tus neuronas se han ido apagando poco a poco. Pero tu cuerpo sigue despierto, sudando. Se te pasa por la cabeza que si te duermes quizás no tengas fuerza para despertarte de nuevo. Así se muere la gente hambre? Tu que coño sabes. La dalle, no la conocías hasta hace 3 días.
Esa resignación frente al vacío por lo menos te ha calmado los nervios. Estas en paz. Una paz triste pero calma. Todavía te quedan 100 francos en el bolso. Sonríes, pero sabes que no es suficiente. Podrías comprar media barra de pan, pero estarías renunciando a 4 cigarrillos ahora que ya te has fumado el último que te quedaban. Podrías dividir el dinero : dos cigarrillos y dos bolsas de agua, una para beber y otra para lavarte; un cigarrillo, un trozo de pan y una bolsa de agua, aunque te quedes sin lavarte. Es una decisión absurda, porque tarde o temprano tendrás que gastarlos. Mañana estarás en el mismo estado pero sin los últimos cien francos.

Notas un aguda pinzada en el estomago y tus músculos deshidratados comienzan a tensarse.  Te ríes. Las carcajadas nacen de lo más profundo de tus entrañas, ahí donde supura la humillación y la vergüenza ajena. Te ríes porque estás en un mundo aparte. Ajá, ya lo entendiste. Porque a ti no te han educado para pasar hambre, hambre como en las fotos de los niños de africa que sonríen con sus tripas bien hinchadas y la muerte colgando de sus labios en las fotos que los cooperantes rosados bien rollizos mandan a sus familias para tranquilizarles y enseniarles como son fuertes y como salvan el mundo por ser capaces de tender la mano a un niño sucio y abandonado y muerto de hambre. Joder que no te toquen los huevos con su propaganda humanitaria, joder, que tienes hambre.

No te agobias, no te mueves.

No tienes nada más que hambre y sueño y fe. Dios proveerá. Sólo hay que aguantar un par de días más para que llegue el Ramadám y entonces la situación no será tan embarazosa : no comeremos porque no debemos de comer, nadie dirá que no puede comer, nadie dirá que no tiene de que comer. Y una dulce miseria nos hará cómplices a todos de este gran suicidio colectivo. 

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