viernes, 10 de septiembre de 2010

Ida y vuelta. Y vuelta, y vuelta, y vuelta.

Ilustraciones: Louise Pressager

Vas. Vienes. Vas. Vienes. Vas. Vienes. Vas. Vienes. Vas. Vuelves. Vas. Vuelves. Vuelves. Vuelves. Vas. Llegas. Vuelves. Llegas. Vas. Vuelves. Vas. Regresas.

¿A partir de qué ida y de qué vuelta uno deja de ir y de volver?
Llega un momento en que uno ya no se siente yendo a un lugar sino llegando, lo que pasa es que la mayoría de las personas nunca quieren confesar cómo ocurre, si es rápido y ligero o por el contrario se trata de un momento solemne y torpe.. ¿Pérdida o abandono? Puede que sea la noche en que olvidas el plano en la mesita de la entrada, o aquella en que el camarero te sirve 'lo de siempre' antes de que abras la boca. No, es de seguro el momento en que dejas de temblar cuando te preguntan una dirección. Más exactamente, cuando indicas al taxista el itinerario que debería escoger para evitar el tráfico de las 18.45h sobre la Vía Diagonal.



Es tan difícil advertir el tris que separa llegar de volver como señalar los matices que distinguen viaje, trayecto y recorrido. ¿Viajar se dice al emprender o sólo al finalizar? Porque uno puede iniciar un viaje y no terminarlo. A lo mejor uno cree irse de viaje y resulta que termina siendo un itinerario, ¿qué sería entonces?
¡Pues vaya!




¿Cuándo se exige una despedida? Tú vas y vienes todo el tiempo y hay de quienes no te despides nunca. Son aquellos que sientes tan adentro de ti como para no distinguir si se encuentran a 1859 km de distancia o a 3 paradas de autobús. Al doblar la calle, girar la espalda o mientras duermes: gente que notas en falta siempre que no divisas en el perímetro que cubren tus pupilas incipientemente miopes, hasta en el segundo mínimo que dura un parpadeo. Te cosiste sus miradas debajo de la piel y las marcaste con lunares para llevarlas siempre contigo. Ahora tienes el cuerpo cubierto de señales que parecen pecas pero les extrañas menos porque puedes irte sin perderlas; vas, vienes y giras, de dentro a fuera. Cuando pierdes el ritmo, alargas el brazo hasta encontrar su mano y te detienes.


Damas y caballeros, gracias por su lunares.



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