domingo, 13 de febrero de 2011

Especula, especulae


Ilustración: Louise Pressager

Tierra
1. [Del lat. terra, terrae] Terreno dedicado a cultivo o propio para ello. 
2. [Del lat. terreo, terrerre] Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo real o imaginario. 

Echas un ojo al panorama y después de evaluar todas las opciones, escoges aquella que más se ajusta a tus necesidades, presentes (loft ultramoderno o squat en ruinas) y futuras (ático en el centro de la ciudad o chalet con jardín en la sierra). No hay que llevarse a engaño, todos buscamos lucrarnos económica y emocionalmente.
Es lo que los hombres con dinero denominan especulación y por lo que ¡ay! tanto sufrimos los españoles.

Localizada la presa, se lanza  una primera oferta y, en tres de cada siete casos, basta para obtener una respuesta positiva.¡A firmar el contrato!
El contrato, en realidad, sólo sirve para chinchar a los demás. Es una bandera para señar que el botín es al fin nuestro: es mío, mío, sólo mío y nadie me lo quita. En el ámbito inmobiliario funciona, además, como un plan de contigencia. Es decir que ambas partes establecen sus derechos y obligaciones para el bien adquieren y/o ceden, así como el resto de elementos que pudieran interferir en lo que vaya a durar el convenio. Cabe imaginar que, con el tiempo, surgirán elementos imposibles de prever con antelación, por lo que el acuerdo funciona también a modo de "contrato relacional" en el que las partes acuerdan disposiciones generales o criterios que han de usarse cuando se produzcan imprevistos y planes de acción sobre las consecuencias derivadas del incumplimiento de los términos.

En el Amor hay que andarse con más cuidado porque en el momento menos pensado la burbuja especulativa te revienta ¡zas! en toda la cara. Con el fin de evitarlo, algunos se arriesgan a transcribirlo y juran, ante de una multitud de testigos que en caso de guerra actuarán a modo de bandos enemigos, mimarlo y en la salud y en la enfermedad. Pero el amor no se debe redactar. Corremos el riesgo de que, mientras redactamos la letra pequeña, se nos haya ido a otra parte. Uno puede, sincera y profundamente, jurar amor eterno un martes y olvidarlo al día siguiente. El jueves nos quedamos con una bandera ajada, que aunque siga infundiendo envidia, no es más que un trozo de papel lleno de puntos y comas que no quieren decir nada. 
El amor no se puede concretar porque es tan ajeno a nuestra razón como la esperanza. Escribió Cortázar, en un breve momento de inspiración, que la esperanza le pertenece a la vida, que es "la vida misma defendiéndose". Así la esperanza es a la vida lo que el amor al ser humano: un acto de fe. Cuando te comprometes en una relación, lidiar con la asimetría puede convertirse en un tormento.  El amor nos acongoja porque no es recíproco, sino mutuo (Ziritione dixit). Y con el fin de dinamitar nuestros miedos lo cultivamos con usura.

El problema de la propiedad data de mucho tiempo atrás y así nuestro actual sustantivo tierra viene del latín terra-terrae que se refiere al "terreno dedicado a cultivo o destinado a ello" como de terreo-terrere, "perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo real o imaginario". Por mucho que especulemos el fantasma de la duda nunca desaparecerá, ya que aunque sea el origen de los celos también en él hunde sus raíces la espontánea verdad de la ilusión romántica, eternamente efímera.
El Otro nunca dejará de ser un misterio, un cuerpo extranjero al que nos cosemos entretejiendo translúcidas y frágiles hebras de cristal. 
Frágil no quiere decir débil o quebradizo sino delicado, que requiere cuidado (Augenhöle dixit). Y fe, mucha fe. 


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