viernes, 23 de julio de 2010

Tro-piezos vitales


-"Crees que las personas que tienen el corazón roto pueden intercambiarse los pedazos¿?"

Viernes 23 de julio de 2010, nueve y media de la mañana. Apenas comienzas a habitar tu cuerpo blando después del primer café de la mañana, en vaso grande, con leche y doble de azúcar, y el capullo de turno ya viene a tocarte los cojones con su sensiblería de niñatocursieindolentequeaprendióateorizarsobreamorenunafacultadesociologíadelcentrodeparís.
"Joder, cuánto daño han hecho los poemas de Rimbaud a toda tu generación¡!" piensas mientras ocultas tus náuseas. Esgrimes una tímida sonrisa cuyo impulso te permite contestarle con ternura algo dramática que sí, precisamente porque todos tenemos el corazón roto y desbrozado.
Con un aire de condescendencia espontáneamente fingido, ése con el que los adultos contestan a grandes interrogaciones infantiles, describes tu teoría sobre cómo todos nacemos huecos: sin estómago, ojos, pulmones ni corazón, y no es sino a medida y sobre todo en medida de nuestros tro-piezos vitales que los vamos adquiriendo. Bueno, robando, sustrayendo, expoliando, imitando, falsificando y plagiando. En cada encuentro, no hacemos más (o menos) que hurtar las ganas de vivir de uno y de otro la forma de morir, copiando a ese, a este, aquel y de más allá. Vivimos es-cogiendo los pedazos de vidas ajenas; somos los vestigios de aquellos que nos amaron.


Por eso no quieres ser madre. Te paraliza la fragilidad de esas carcasas vacías que todo el mundo atiborra de amor para que crezcan 'sanas y fuertes'. Te asquea el ansia de todos esos brazos ñoños que se afanan por magrearlos como si pudiesen contagiarse de pureza (je). Una inocencia propia de los niños en la que tú sólo ves un vacío casi demasiado virginal, una gran oquedad. Estómagos desiertos, pulmones vacíos y corazones rotos; te encanta asomarte a sus bocotas, abrirlas y gritar a pleno pulmón para escuchar el eco rebotar contra sus cavidades escarpadas. Hasta que crecen y entonces uno ya no oye nada, empachados unos de otros. Esa es la razón de que te vuelvan loca los hombres con barrigas sonoras y musicales.

En definitiva, una eterna transacción sentimental que determina nuestra fisionomía.. No sabes si lo que acabas de decir es una gran verdad o una chorrada tremenda. Te la suda, nunca te ha importado. Lo largas con un lirismo poético difícil de encajar y ahí se queda, suspendido. Tú sí sabes a quién pertenece cada pedazo de tu cuerpo. Eso es lo que cuenta.

El capullo de turno insiste en que deberías escribir canciones de amor, que eres una cursi. -"Vamos no me jodas¡!Yo¿?" refunfuñas.
El pelo dorado ligeramente revuelto y una mirada algo perdida que sólo has visto sonreír. No es cualquier imbécil, es un gran tipo. Enorme. Y pierdes cuidadosamente tu mirada en la boca de su estómago.

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